02.

 — Acordamos 50.000 Cromas. No pienso aceptar esa miseria que nos ofreces. —Jude estaba claramente enojada.

— Pero amiga, compréndelo, la oferta ha bajado y no puedo darte el mismo precio que cuando el material estaba más solicitado. —El hombre, recostado en el sillón del reservado donde se habían citado, resopló visiblemente agotado por haber tenido que realizar una frase tan larga. El volumen de aquel individuo sobrepasaba por mucho lo saludable y parecía que en cualquier momento fuera a darle un ataque al corazón.

— Me da lo mismo. El contrato se firmó con un precio estipulado, si no me pagas esos 50.000, me llevo la mercancía.

En el almacén del bar en el que se encontraban, que pertenecía al hombre que Jude tenía delante, Bam-Bam, Justin y Nikolai esperaban la orden de su capitana para entregarles las dos cajas de alcohol de contrabando que habían llevado hasta aquella ruinosa estación espacial. Cada uno de los embalajes almacenaba cincuenta botellas del mejor bourbon que la destilería Celaneo, situada en el planetoide K-VII del sector Delta, podía fabricar.

Cuando la Federación prohibió el consumo de alcohol aparecieron miles de destilerías y locales clandestinos que llenaron el hueco que anteriormente ocupaban negocios legales. Morgan Lafallet era uno de esos "empresarios" que habían tomado la iniciativa de abrir uno de aquellos bares clandestinos; aunque a ojos de todo el mundo aquel lugar era un club social, era bastante obvio (incluso para los Federales) que Lafallet se traía algo entre manos.

Pero no era solo aquel local y el tráfico de alcohol lo que aportaba dinero a Lafallet. Su excesivo tren de vida se veía impulsado por el tráfico de armas, la contratación de sicarios, la prostitución y un extenso listado de actividades ilícitas que, de no sobornar ampliamente a los funcionarios de la Federación que trabajaban en la estación espacial, habrían sido inmediatamente canceladas.

— Bueno. —dijo Jude con su tono más sereno.— Está visto que no vamos a llegar a ningún acuerdo. —Se levantó de la silla ante la despreocupada mirada de Lafallet.

— Amiga, siento mucho que hayamos tenido que terminar así. Puedes replantearte el trato, si no me equivoco tenéis permiso de atraque durante dos días, ¿no?

— Tiempo que aprovecharemos para cerrar otros tratos donde sí se cumplan los contratos.

Jude se dio media vuelta y abandonó el reservado. Al cruzar la puerta de aquella pequeña habitación el sonido de la música y las conversaciones del casi centenar de personas que había en el bar inundaron sus sentidos, nunca se acostumbraría a los sistemas de cancelación de ruido de aquel tipo de reuniones.

Irelia, que estaba apostada junto a la puerta esperando a Jude, se posicionó un paso por detrás de ella, alerta de todo lo que las rodeaba.

— Tienes mala cara. —dijo la joven de tez pálida. Irelia era una Valiar, una raza alienígena cuya fisionomía recordaba a la de los humanos pero cuya piel tenía un tono marmoleado que se acusaba más cuanto mayor fuera el individuo. Por la edad de la joven, que rondaría los 25 años humanos, el tono era muy pálido, casi similar al de un maquillaje de fiesta.

— Lafallet es un cabrón, nos ha bajado el precio y nos ha amenazado. —respondió Jude mientras se ajustaba la chaqueta de cuero y avanzaba a grandes zancadas.

Ambas mujeres cruzaron el bar sin dejar de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Jude, que había servido en el ejército de la Federación, tenía la mala costumbre de esperarse siempre lo peor y procuraba ir un paso por delante de sus enemigos; Irelia, por otra parte, había sido entrenada por la Hermandad de la Rosa Negra, una secta de asesinas que operaba en toda la galaxia, por lo que se encontraba alerta ante cualquier situación. Es por eso que rápidamente ambas detectaron a los tres hombres que se habían movido desde la barra y habían comenzado a seguirlas.

— Bueno, vamos a tener fiesta antes de llegar a la nave. —comentó Jude mientras pulsaba el botón del pánico que tenía en el comunicador de su muñeca izquierda. Aquello mandaba una señal al resto de la tripulación con un mensaje simple y claro: tenemos problemas. Y en un lugar donde las armas estaban prohibidas, la Federación podía aparecer en cualquier momento y un gordo cabrón controlaba todo el mundillo criminal, era un gran problema.

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